sábado, 30 de junio de 2012

Capítulo VI.

Transcurrieron unos días sin novedad mientras esperaba noticias de Cristino. En ese lapso me dediqué a relevar el barrio. Llené varios cassettes con testimonios de los vecinos. Algunos confirmaban lo que era a todas luces imposible: que los fantasmas existían, que ellos los habían visto. Poco servía para mis notas, que pretendían precisamente demostrar lo contrario. Éstas sentaron una de las líneas de investigación de la policía y yo agregué nuevos condimentos planteando sagazmente que, si se trataba de proyecciones, la de los jugadores más viejos debían haber sido filmadas mucho tiempo atrás y por lo tanto tendrían que verse en blanco y negro. Alguien respondió -también sagazmente- que con las modernas técnicas digitales se coloreaba cualquier cosa. Otra pregunta conflictiva: ¿Qué pasaba con los rivales? A partir de allí se generó una disputa entre los testigos. Algunos afirmaban que las figuras repetían movimientos de viejos partidos: “Vi el gol de Scotta a Boca en el octogonal del 74. Sí, ya se que se jugó en otra cancha, pero era ese gol, zapatazo rasante desde la punta derecha, faltaban siete minutos y nos pusimos 1 a 0. Ese torneo fuimos campeones”.
Periodistas especializados en investigaciones tomaron el caso en sus espacios televisivos. Uno de ellos afirmó que los rivales podían eliminarse digitalmente, que lo importante era reconocer las jugadas como pertenecientes a partidos en su momento grabados. Canal 13 reunió a Macaya Márquez y Enrique Sdrech en un programa donde ambos se sintieron incómodos.
El país entero hipotetizaba. Teorías y contra-teorías basadas en suposiciones, porque en definitiva los peritajes no habían descubierto nada raro en el sistema de video. Entonces se instaló con fuerza la idea de que se trataba de un milagro. Las iglesias del barrio se llenaban de viejitas de negro impelidas por una fe nueva. Herida por mi escepticismo Marisa me llevó un día por las narices a Pompeya a observar desmediatizadamente: “Valió la pena esperar tanto tiempo” nos dijo una que ostentaba una foto del Padre Lorenzo “¿Qué haríamos si alguien no nos ayudara? Si no fuera por mi hijo, pobre, la jubilación apenas me alcanza para los remedios”. La curia estaba alerta porque el barrio hablaba de beatificación y de una procesión inminente. Las santerías decoraban sus vitrinas con velas azules y rojas. Era buen material para Crónica o Popular que a nosotros no nos servía. Nuestro público vivía de otras realidades. Pero había para todos y todos tenían algo entretenido en qué ocuparse y distraerse de los problemas de la política. Era extraño, pero me parecía que en vez de reflejar los hechos, mis notas los generaban. Para empezar no tenía idea de la verdad. Peleaba con Marisa para que sacara Crónica TV porque la idea del milagro –debo confesarlo- era seductora. Poco a poco empecé a arriesgarme e insertar pequeños detalles de mi invención para ver el rebote al día siguiente en los noticieros. Algunos días ni pasaba por el súper. Me manejaba con mi archivo y grabaciones de la TV que me traía Marisa con anotaciones del tipo “hay una petisita que aparece en dos programas con nombres distintos”.
La invención de Morel se convirtió en el libro más vendido y Daniel H. me invitó a cenar. Creo que entonces, yo era feliz. Y como si todo eso fuera poco, faltaba la gran revelación, la nota-bomba de Cristino, quien finalmente, el viernes 16, me llamó para confirmar fecha y hora de la entrevista: el lunes siguiente, a las dos de la tarde en la “Esquina Homero Manzi”. Me venía al pelo porque Marisa se iba con sus padres a Santiago, a visitar parientes e iba a estar solo todo el fin de semana. Ocuparía el inmenso vacío preparando preguntas. En el multimedio nos reunimos con Daniel H. y El Gordo. Habían llamado al súper y verificado que Cristino era, en efecto, encargado. También confirmaron la muerte de Boquete, aunque pidieron que fuésemos discretos por respeto a la familia. Daniel H. quería que la nota saliera en la primera plana del martes. El Gordo era más cauto, quería documentos. En todo caso quedamos en que el lunes les mandaría el material antes del cierre de edición. Esa tarde vino Marisa y le hice escuchar mi conversación con Cristino. Aparte de las risas en insinuaciones procaces me dijo que algunas de sus frases las tenía oídas de alguna parte. Me pido el cassete para escucharla tranquila y también los primeros reportajes que habíamos hecho a los vecinos, dijo que por ahí debía haber alguna pista. Con más nostalgia que ganas ocupé mi tiempo revisando diarios por Internet y hasta encontré un sitio, fantasmas.com, donde me robaban todas las ideas. El sábado vi en TV -y grabé- un panel con personas hablando sobre su encuentro con los fantasmas. Eran los primeros “testigos directos”. Me pareció reconocer a alguno de los de la mesa del bar.

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